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Dentro del Máster de Diseño de Mobiliario (MMob) en Elisava, Facultad de Diseño e Ingeniería de Barcelona, se han llevado a cabo diferentes proyectos, entre ellos el de la asignatura impartida por el diseñador Christophe Mathieu, cuyo objetivo era el de crear una lámpara.

Explorando los posibles diseños para cumplir con el briefing, algo que tuvo claro desde el principio era buscar la inspiración en Sevilla. El arte y el diseño sevillano es reconocido mundialmente, pero Jesús quiso salir de los estereotipos y crear un producto que aunque bebiera de lo presente en la ciudad, resultara algo que de primeras no fuera reconocible, e intentar crear así una nueva vertiente o un producto no visto anteriormente.

En 1992 tuvo lugar la Exposición Universal en Sevilla, a partir del cual se crea el Pabellón de la Comnunidad Europea, diseñado por los arquitectos Jean-Marie Hennin y Georg Lippsmeier. En dicho pabellón se encontraba una plaza con un jardín de esculturas de misma forma pero diferentes alturas, colocadas en fila de forma armónica. Dichas esculturas sirvieron de inspiración al diseñador para crear el producto que se puede apreciar en las imagenes.

Ambas piezas, erguidas con gracia y esbelta en su estatura, se alza como un faro de calidez en la estancia. La nobleza de la caoba envuelve su esencia, creando una sinfonía de tonos oscuros y vetas enigmáticas que se entrelazan en un abrazo eterno. En su interior, una pareja de tiras LED cobran vida, desplegando un halo de luz tenue e íntima. Esta iluminación indirecta se desprende de su esencia arquitectónica y envuelve la habitación con un velo de misterio y encanto.

Estas lámparas, más que simples fuentes de luz, son obras de arte que susurran al oído del espectador. Su presencia en la estancia trasciende lo meramente funcional y se convierte en un deleite visual, tanto cuando están encendidas como apagadas. Cada ángulo, cada detalle arquitectónico, invita a la exploración y al descubrimiento de nuevas perspectivas.